Economía Social para derrotar la pobreza y exclusión

La revolución bolivariana desarrolla la concepción revolucionaria de un Estado inclusivo para los más pobres, los simples, las mayorías de venezolanos y venezolanas quienes durante siglos fueron parias en su propia patria.

Las dinámicas de inclusión obligan a la revisión y reconfiguración paradigmática, operacional, discursiva y de diálogo, de la relación entre gobierno y ciudadanos. Dinámicas que adquieren especial significación a la luz de la emergencia social actual, ante la aspiración de derrotar su más nefasta expresión: la pobreza.

La economía clásica e incluso gran parte de la crítica de la economía política, cimienta sus desarrollos conceptuales y operativos sobre unas concepciones de pobreza, desarrollo, felicidad, bienestar, libertad y progreso, que tienen como punto de partida la aspiración de acceso al beneficio de la acumulación de capital y el equilibrio fiscal mediante mercancías, objetos y elementos que demuestren la riqueza material expresada en bienes de consumo. Bienes y servicios que suelen ser valorados como indicadores ciertos de logro, sin que ello pase por el tamiz de la calidad de vida que propicia un modelo económico de estas características.

En contraposición, desde la economía social se procura avanzar en la revisión de estos determinismos, a partir de la crítica a los conceptos de pobreza y riqueza que orientan el discurso político y las temáticas de gestión desde los referentes gubernamentales.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV, 1999), desarrolla la idea de la riqueza colectiva en oposición a las nociones de acumulación bienes, competitividad y darwinismo social, que en muchos casos sirven de sustento teórico para justifica la pobreza de un sector de la población. Respetando la diversidad de expectativas y modos de vida, la revolución bolivariana apuesta por las posibilidades de acción equilibrantes e inclusivas del Estado.

Si bien desde el lenguaje constitucional se impulsan claras orientaciones para el desarrollo de un modelo económico solidario, autogestionario y de profundo anclaje local, para alcanzar este objetivo se hace necesario construir, con carácter previo, claras líneas de gestión orientadas a la derrota del desarraigo cultural (en sus expresiones económicas, políticas y antropológicas) de gran parte de la población venezolana. Esfuerzo que parece asociarse a la noción actual del Ministerio de Planificación y Desarrollo que busca vincular una nueva concepción de desarrollo local al modelo emergente de economía social.

Avanzar en la inserción societal de los preceptos constitucionales en materia económica, implica el develamiento del tipo de Estado que tenemos, sus protocolos y rutinas, formas de relacionarse con el ciudadano y de dialogar con la otredad ciudadana; para poder de esta forma, acometer con la suficiente solidez y dinamismo la tarea de construcción de un nuevo tipo de Estado para un nuevo modelo político: la democracia participativa y protagónica.

De hecho, la CRBV (1999) refleja procesos de reflexiones y praxis sociales emergentes, a partir de las cuales es posible develar como detrás de las formas de vida, las nociones de pobreza, riqueza, desarrollo, progreso, triunfo y felicidad se esconden formas de opresión o de liberación del ser humano, que pasan por la identidad y el sentido de pertenencia de la población venezolana. Se entiende entonces, a Denis (2002) cuando señala que:

"Estamos partiendo de la idea de que la economía social no constituye en sí un modelo económico acabado que podría encerrarse dentro de los que tradicionalmente se ha definido como economías solidarias o sociales, ni en sus formas institucionales más conocidas: cooperativas, microempresas, empresas mutuales, etc. La economía social es en primer lugar, y dentro del contexto socio-económico específico a naciones periféricas a los centros mundiales de capital como la nuestra, aquella economía que se desarrolla precisamente sobre los márgenes de los grandes nudos de acumulación de capital.". (2002, Inédito)

En consecuencia, la economía puede ser vista más allá de los limites de las formas de producción y acumulación de riqueza, asumiéndola como un campo de cruce transdiciplinario e implicaciones holísticas en todos los campos de vida y gobierno social. En esa perspectiva, las formas de vida, de resistencia, de sobrevivencia de la población pasan a ser temas de la agenda económica.

Estaríamos hablando entonces, de una economía social, de una economía solidaria que rescata el carácter humanista de cualquier campo disciplinar, sujetándolos a su incidencia en el centro de la actividad territorial: el hombre y su medio ambiente. Es decir, el interés en este desarrollo de la economía no está centrado en las formas mediante las cuales una minoría se apropia de la riqueza de las mayorías, sino en cómo estas últimas alcanzan mayores niveles de desarrollo autodeterminado que imbricados a expresiones de felicidad y bienestar se funden en nuevas lecturas de lo que implica una autentica calidad de vida.

En esa perspectiva, la derrota de la pobreza deja de ser un tema estrictamente económico, permeando los aspectos culturales, sociológicos, antropológicos, espirituales y de diversa índole que rodean a toda actividad humana. Es decir, se avanza hacia nuevas formas de valoración y logro, construidas desde referentes intersubjetivos los cuales son mediados por redimensionadas premisas culturales.

Así, la economía social adquiere la significación de herramienta para la derrota de la pobreza no sólo económica, sino también cultural, política, ideológica; para la revisión de las formas de vida y el rescate de concepciones de progreso, bienestar, desarrollo y progreso fundadas en la propia historia nacional. Es decir, la economía social se constituye en estrategia articuladora de la corrientes emancipatorias nacionales y la concepción revolucionaria de un Estado que defiende la perspectiva local ante el avasallante imperio de lo global.

Un modelo económico de ese tipo, de carácter solidario y compromiso social, no sólo permite derrotar la pobreza cultural, política, educativa, de modos de vida y económica, sino que garantiza la inclusión de todos y todas los(as) venezolanos y venezolanas en la construcción de la patria Bolivariana.

Por ello, se considera que las tareas de primer orden para el impulso de la economía social residen en la derrota de:

1. El determinismo capitalista neoliberal.
2. La visión reduccionista que limita las posibilidades de rompimiento con la economía global a la experiencia del llamado “socialismo real”, que resultó incapaz de desarrollar todas las posibilidades del ideario socialista.
3. El desconocimiento de los saberes que emergen de las experiencias de distintas y variadas corrientes históricas por e cambio. carácter nacional y popular de cualquier transformación
4. La conceptuación de pobreza limitada a la esfera económica.
5. La perspectiva tecnicista que desconoce el saber popular inherente a las formas de sobreviviencia social.
6. La aproximación ahistórica que pretende declarar la inamovilidad de las perspectivas disciplinarias, en especial la económica.
7. La concepción unidimensional de los procesos sociales que niega la especificidad del carácter nacional y local de la actual dinámica de cambios.

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